Norte Salvaje. Descenso del Río Yukón



En algunas ocasiones el animal civilizado se siente en consciencia de su esclavitud social, por la que se ve arrastrado en el trascurso rutinario de sus horas. Es entonces cuando el animal necesita estar en su medio natural, tomando distancia de lo que su especie ha construido. Entonces, ya está preparado para realizar este viaje... en contacto con los cuatro elementos naturales.

"Los lakotas eran auténticos naturistas,
es decir, auténticos enamorados de la naturaleza. Amaban la tierra y todo
cuanto contenía la tierra, y su amor iba en aumento a medida que se iban
haciendo viejos. Los ancianos llegaban al extremo de amar literalmente el suelo
sobre el que estaban sentados o reclinados, pues sentían la proximidad de una
madre poderosa. Además el contacto directo con la tierra resultaba beneficioso,
de modo que se quitaban los mocasines para andar descalzos sobre la tierra
sagrada. Por eso el suelo aliviaba, fortalecía, limpiaba y curaba"

Tuther Standing Bear (Jefe Oso Erguido)
SIOUX OGLALA

Elemento uno, el AGUA


Elemento principal de este viaje. Lanzamos nuestras canoas al río Teslin, dejando atrás el puente de Johnsons Crossing. El grupo empieza a practicar las primeras paladas… Pronto los torpes movimientos adquieren el ritmo necesario. La corriente es nuestra aliada, nos permite hacer el picnic de medio día sin necesidad de salir de la canoa canadiense. De momento, no hay que parar en las orillas del río. Así ganamos metros, al mismo tiempo que reponemos fuerzas y descansan los entumecidos brazos; sin embargo, cuando el río se bifurca nos juega malas pasadas, engañando a la vista y los sentidos, y esto nos hace remar con más intensidad.

Tras tres días navegando por el río Teslin alcanzamos el campamento de Hootalinqua, coincidiendo con la desembocadura en el Yukón. Éste, un poco más adelante, recibe la corriente del Big Salmon, mezclando sus aguas y sus colores para formar un ancho caudal. Además, a su encuentro vienen pequeños riachuelos que nos abastecen de agua.



Al final de algunas jornadas, el río nos sirve también para darnos un relajante baño en sus frescas aguas, bien para quitarnos un poco la naturaleza que se nos va adhiriendo con el paso de los días, o simplemente como acogedor refugio, los días de calor sofocante, lugar al que a los mosquitos no les gusta visitar.

El agua, el agua de la lluvia… hay que aprender a entenderla. A priori, no parece agradar a nadie. Es persistente en los primeros días, pero no podemos detenernos por ello. A la hora de montar los campamentos es una incomodidad, todo se moja, no deja que se seque nada. Sin embargo poco a poco vamos descubriendo sus virtudes. Cuando llueve y estamos en el campamento, los mosquitos nos dejan trabajar tranquilos, podemos tomar aire por la boca llenando nuestros pulmones. También en los campamentos podemos acumular agua de lluvia  en la loneta que nos sirve de cobijo y utilizarla para cocer arroz o incluso para una ducha espontánea.



Sobre la canoa, y cuando no hace viento, la lluvia es bienvenida. Suele aparecer con importantes chaparrones momentáneos. Ya la vamos entendiendo, y un olor característico nos avisa cuando va a comenzar. Las gotas de lluvia golpean la superficie del río y rebotan dejando reflejos color plata. El sonido acompasado es difícil de olvidar, y cuando la lluvia cesa, aparece el olor de los árboles y las flores… pura naturaleza.

En algunas ocasiones el agua quiere invadir parte de la tierra y lo consigue. Es el claro ejemplo de los rápidos de los Five Fingers. Navegamos estratégicamente entre dos de sus dedos. Dedos de una mano de la gigante madre tierra que salen del agua con ímpetu y fuerza. El agua se retuerce escurriéndose entre sus cinco dedos.


Elemento dos, el AIRE

Portador de los olores del interior de los bosques, despierta los sentidos haciéndote ser más consciente del entorno por el que navegamos. Intenso olor a pinos, a flores silvestres… invaden nuestro interior, sensación que se intensifica después de que la lluvia cesa.

El viento que soplaba de cara, en los días de lluvia era demoledor. Nuestras fuerzas se tenían que multiplicar luchando contra ambos para poder avanzar sobre el río. Todo lo contrario sucedía cuando el viento se transformaba en brisa fresa y el sol más apretaba.




Elemento tres, el FUEGO

Conocimos sus estragos en algunas hectáreas de la tierra. Los árboles muertos, de los que sólo permanecen los muñones de sus enjutos  troncos, negros, como negro es el sustrato arenoso sobre el que descansan. Pasto de grandes incendios. Muerte, desolación, donde se vislumbra algún pequeño retoño verde - la vida se abre paso entre la muerte.

Para nosotros es un elemento fundamental. Nos sirve para calentarnos, secarnos después de la lluvia y comer y beber caliente. Su humo ahuyenta a los voraces mosquitos. Recogemos leña seca para hacer hogueras, punto de reunión del grupo, donde comentamos el día pasado, el que viene y compartimos risas y anécdotas.

Para la cocina contábamos con la bombona de MSR y un hornillo. Nos permitió alimentarnos de una manera variada, filetes, huevos, arroz, pizzas, salchichas…


Elemento cuatro, la TIERRA

Los montes están rebosantes de árboles, principalmente pinos y abetos, tantos que parece que alguno no tenga espacio y es empujado por el resto hacia el río, resistente a caer. La lucha de sus raíces en el interior de la tierra se imagina brutal. Entre ellos encontramos a diario un hueco para montar nuestro campamento. Suele ser a última hora de la tarde cuando preparamos todo para la comida principal del día y el descanso después de una dura jornada aferrados al remo. Nos ofrece el confort de la quietud, la paz silenciosa, y la proximidad al resto de los animales que habitan. Nos permite disfrutar de espectaculares amaneceres y puestas de sol.





Una de nuestras paradas fue en Fort Selkirk que acoge un campamento First Nation, allí también su elocuente cementerio, que lejos de resultar aterrador e inquietante, transmite paz, tranquilidad, equilibrio natural.

En tierra, casi oculto en la naturaleza, una gran sorpresa, un barco varado de los tiempos de la fiebre del oro del Yukón.

A veces la tierra quiere invadir parte del agua, por eso nos cruzamos con grandes castoreras, también sequeros que nos impiden seguir en la canoa y nos tenemos bajar de ella para aliviar el peso. Sólo contamos en una ocasión con algo de comodidades civilizadas en Carmaks, desde que salidos de Whitehorse y llegamos a Dawson City.

Han sido quince días de navegación,  durante los que hemos descendido en canoa casi 800 kilómetros, gozando las maravillas de los cuatro elementos primordiales en su más puro estado.

"Era digno de ver, ese mundo nuevamente creado.
Sobre toda la largura y anchura de la tierra,
nuestra abuela, se extendía el reflejo verde de su cobertura
y los olores que ascendían eran dulces de respirar"

(Canto Winnebago)


 

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